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¿Por qué es tan malo el plagio?

  • Foto del escritor: Lorena Sánchez
    Lorena Sánchez
  • 27 oct 2018
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 12 nov 2018

Semana 14: 22-2 de octubre



¿Alguna vez se han preguntado por qué el tiempo pasa tan rápido? No sé si es solo mi impresión, mi despiste o mis horarios, pero los días se me pasan volando, las horas cada vez son más cortas y los minutos parecen segundos. A veces siento que los días no son suficientes para realizar todo lo que necesito o por lo menos, todo lo que me gustaría hacer.

El final del semestre se acerca, el estrés por cumplir con todo es cada vez mayor. No voy a negar que en verdad me emociona salir a vacaciones y tomarme un descanso de todo y de todos. La verdad es que intentar encontrar un balance entre la vida académica y social, entre el estudio y el descanso no es tarea fácil, incluso puede ser agotador. Por eso creo que es importante la planificación (aunque yo no lo ponga en práctica muy seguido) y la organización del tiempo, ponerse metas para no posponer los trabajos y por supuesto, como lo dije en una de mis bitácoras, evitar la procrastinación.

Pero bueno, después de esta corta introducción justificando mi falta de tiempo empecemos con el tema de hoy. En esta bitácora me gustaría contarles del PLAGIO. Si, ese que se presenta de muchas maneras, como demonio, tentación, pereza mental, técnica, engaño, copia, robo, como lo quieran llamar; el plagio, en cualquier presentación siempre es malo, algunas veces más que otras pero nunca deja de tener consecuencias.

No voy a definir qué es el plagio según la RAE porque ya lo he hecho en dos de mis bitácoras, más bien les voy a contar algunos casos, algunas experiencias mías y de mis compañeros, con el objetivo de realizar una reflexión, que tal vez no sea la mejor ni la más significativa, pero que por lo menos me ayudó a entender a mí lo que no comprendí durante todos mis años de colegio y es: ¿por qué es tan malo el plagio? Así que empecemos.

¿Han escuchado hablar de la cultura académica?

Según el libro “Escribir para la universidad: guía para el trabajo académico” de Gustavo Patiño, la cultura académica hace referencia a “aquellos hábitos (modos de actuar asumidos) que predisponen a las personas a obrar en un sentido deseado, bien orientado que permita alcanzar las metas propuestas (Patiño, 2013). La cultura académica tiene en cuenta competencias que permiten construir conocimiento y pensar críticamente. Asimismo, esta sirve como guía para entender la importancia del respeto a los derechos de autor, de la transparencia y sinceridad a la hora de presentar o publicar un trabajo y de la autonomía para generar opiniones y no solo repetir lo ya dicho.

Teniendo en cuenta esto, Patiño (2013) afirma que la cultura académica debe orientar a los estudiantes a generar conocimiento, a respetar el trabajo y las ideas de los demás, a entender la ética desde la responsabilidad y la dignidad y a tener en cuenta diferentes valores como el respeto, la apertura, la honestidad y la autonomía (p.7)

En este sentido, el plagio va en contra de lo que la cultura académica quiere lograr, el plagio es robar, adueñarse de las ideas que no son propias, es deshonestidad, falta de transparencia, de respeto por el autor, es engaño a los demás, es traicionarse a sí mismo.

Me gustaría contarles mi experiencia.

Durante gran parte de mi etapa escolar los profesores nos hablaban constantemente del plagio y de las consecuencias que este podría traer. Sin embargo, no hacían referencia al plagio como tomar las ideas de otro autor como propias sino como copiar el trabajo de otra compañera, lo cual traía graves sanciones para las personas implicadas. Nunca nos educaron en cuanto al respeto por los derechos de autor, en muy pocas ocasiones nos explicaron cómo citar y cómo dar crédito a las ideas de otras personas.

Copiar de Internet o de un libro sin citar se convirtió en el común denominador, lo único que se tenía que hacer era cambiar unas cuantas palabras y adaptarlo a la forma en la que como estudiantes de colegio escribíamos. Como los profesores no leían nuestros trabajos no había problema, no había consecuencias y ni siquiera remordimiento por el hecho de que todos creíamos que era normal.

Mi especialidad era inventarme la bibliografía de los trabajos. Era experta tomando información de Internet o de páginas poco confiables y las hacía pasar por información de libros de expertos en el tema. Debo admitir que esto me salvó en más de una ocasión pero no fue lo más honesto y transparente que alguien pudiera hacer. De hecho, inventarse las referencias también es una forma de plagio porque no se le atribuye el crédito correspondiente al autor de las ideas. Mis profesores nunca se dieron cuenta, por lo tanto nunca tuve un castigo, por el contrario, obtenía muy buenas notas; esto me hizo creer que en cuanto no tenía consecuencias, este tipo de cosas eran aceptables.

Además, en el colegio muchos creíamos que el plagio era inofensivo, que no era tan importante porque solo robabamos unas cuantas palabras, frases o párrafos de autores no muy reconocidos; entonces, aquí viene un aspecto del que me gustaría reflexionar. Toda la información y todos los autores son importantes, por lo tanto, deben ser respetados y se les debe dar el crédito correspondiente. El hecho de que tomemos información de un autor poco reconocido, sin mucha experiencia y prestigio, no implica que su aporte no deba ser citado e irrespetado. Sin importar la relevancia del autor en el campo de estudio este siempre debe recibir crédito por sus ideas.

Pero, ¿por qué plagiamos?

Según un estudio realizado por J. Sureda, R. Comas, M. Monrey, para la Revista Iberoamericana de Educación (2009) el plagio se explica por varias razones:

  • La escasa supervisión de los profesores a los trabajos de los estudiantes.

  • Falta de instrucciones para la presentación de trabajos.

  • El exceso de trabajos solicitados a los estudiantes.

  • Ignorancia o inconsciencia de los estudiantes.

  • La ley del mínimo esfuerzo.

  • Desmotivación de los alumnos.

Tal vez el plagio se deba en parte a la llamada “modernidad líquida” de Zygmunt Bauman, a una sociedad que se acostumbró al facilismo, al mínimo esfuerzo, al copy-paste, a evitar lo que implique más tiempo. Tal vez sea así, pero atribuir el plagio solo a esto implicaría dar por hecho que este es exclusivo de la época contemporánea.

El plagio puede ser intencional o inconsciente; el plagio también se da por falta de conocimiento, por pereza mental, por falta de motivación por algo, por falta de tiempo frente a innumerables obligaciones, por estrés, por cansancio, por intentar cumplir con todo lo que la sociedad y el mundo académico exige, por ignorancia, por no saber que este tiene consecuencias o simplemente por no saber cómo y cuándo citar.

Tal vez se pueda dar por hecho e incluso por obvio que todos sabemos que es importante respetar las ideas de otros, pero si en el colegio se explicaran y se pusieran en práctica este tipo de cosas del respeto por los derechos de autor, si se entendiera cómo y cuándo citar, si se motivara a los estudiantes a la generación de nuevo conocimiento, si se hablara del plagio más allá de las sanciones y consecuencias, se podrían evitar muchas situaciones de este tipo.

Les quiero contar también mi experiencia con el autoplagio, esto es lo que me costó mucho tiempo entender y que hasta ahora logro comprender por qué. El autoplagio es lo que yo suelo llamar “reciclar trabajos”, es una forma de autoengaño que lo único que hace es traicionarnos, creer que somos muy hábiles o avispados por regirnos por la ley del mínimo esfuerzo sin que nadie se de cuenta, sin que la sociedad nos juzgue o nos condene, pero en realidad lo único que hacemos es perpetuar un modelo de facilismo, en el que no aportamos nada nuevo a la sociedad, en el que no ponemos a circular nueva información o conocimiento sino que simplemente seguimos repitiendo y perpetuando los mismo errores de siempre.

El plagio es deshonesto, el plagio destruye, el plagio impide la generación de nuevo conocimiento. El plagio es repetir lo ya dicho pero con otras palabras, es negarnos a aportar algo nuevo y útil a la sociedad. De hecho al plagiar, corremos el riesgo de volvernos blancos fáciles para la manipulación, de seguir repitiendo una versión de la historia, de quedarnos con lo que otros dicen sin evaluar la información, sin llegar al pensamiento crítico para a partir de eso generar opiniones.

No digo que no se puedan usar los trabajos de los demás, por el contrario, el aporte de los demás siempre es necesario, lo único que debemos hacer es darle el crédito al autor. Tal vez copiar y pegar sea el camino rápido, lo más fácil, lo que menos esfuerzo requiere, pero nadie dijo que pensar críticamente fuera fácil, que producir conocimiento no requiriera tiempo, sudor, lágrimas, sueño, pero en el esfuerzo se ven los verdaderos resultados. Lo que vale es la honestidad, no el engaño a los otros y a nosotros mismos, es el respeto al autor y a nosotros.

Recuerden que no debemos plagiar solo por evitar las consecuencias, solo porque sea un delito, conlleve a un castigo o solo porque exista un programa que pueda detectar cuando hemos tomado información sin citar. No plagiamos porque somos conscientes de nuestro tiempo, del tiempo de los demás, de que el engaño y el autoengaño solo nos perjudican y porque entendemos que si plagiamos lo único que estamos haciendo es perder el tiempo en la universidad.


Referencias:

  • Centro de Enseñanza y Aprendizaje (cea), Moreno, J., Blanco, C., Méndez, P., & Fernández, N. (2013). Vida universitaria y respeto por el trabajo de todos. In Díaz G. (Author), Escritura y universidad.: Guía para el trabajo académico (pp. 3-20). Editorial Universidad del Rosario. Retrieved from http://www.jstor.org/stable/j.ctt1b347sc.6

  • Comas, R., Morey, M. & Sureda, J (2009). Las causas de plagio académico entre el alumnado universitario según el profesorado (pp. 197-220). En revista Iberoamericana de Educación, Núm. 50, mayo-agosto 2009. Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura España. Madrid, España.


 
 
 

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